El principio de la desobediencia

Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. (Romanos 11:32)

El pueblo de Dios es el pueblo de Israel. Cuando Jesucristo bajó, lo hizo para traer salvación sólo a los judíos. “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 15:24) ¿Cómo es que los gentiles pudieron entonces llegar a comer del pan de los hijos de Dios? Bueno, para que un judío pudiera tener salvación necesitaba renunciar a la ley y creer en Jesucristo, tener fe en que Jesucristo era el redentor por medio de la ley (Jesús fue el único que cumplió la ley y de esta manera murió absorbiendo todos los pecados de aquéllos que creyeron, creen y creerán en Él). En cambio, hubo muchos gentiles que por medio de esta fe fueron salvos y justificados mediante Jesucristo, que aunque no andaban en la ley, si creyeron que Él era el redentor de esa ley. Es así como, la desobediencia e incredulidad de los judíos justificó la fe de los gentiles (antes desobedientes), activándose el principio de la desobediencia, siendo éstos receptores de la misericordia del Señor.

Pero, ¿y qué del pueblo de Dios? ¿Quedará sumergido en desobediencia? Dice Pablo a los Romanos: “Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos (los judíos), así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia”, Romanos 11:30-31. Entonces, si los gentiles eran desobedientes y alcanzaron misericordia, ahora los judíos que son desobedientes alcanzarán también misericordia, conforme los gentiles lo hicieron.

Dios nos ama a todos y todo es parte de su plan divino de redención. Si tu fuiste alcanzado con la misericordia de Dios, cree y sigue creyendo que otros que siguen desobedeciendo son candidatos a esta misericordia conforme tú también desobedeciste. Seas judío o gentil, ¡Dios te ama!

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Antes de Cristo, la ley les pertenecía a los judíos y por ende la justicia de la ley. Cuando nuestro Señor bajó y murió por nosotros, hubo muchos gentiles que creyeron en Él, creyeron que Él es el Mesías y a eso se le llama fe, porque a pesar de no tener ley creyeron que Él cumplió la ley y que venía a redividirlos con su justicia.

Pero los judíos que iban tras una ley de justicia, no la alcanzaron (Romanos 9:31-32), porque iban por las obras de la ley y no por la fe de que esa ley les pudiera dar justicia. Fue Abraham por fe en Dios que recibió justicia y por esa justicia hubo un pacto. Entonces fue por la fe que un gentil pudo llegar a Dios, y es así como los gentiles recibieron esta salvación, por la fe en Jesucristo

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Por sus frutos los conoceréis

Posted on 23:47, under


Por sus frutos los conoceréis

El ser humano se encuentra formado por cuerpo, alma y espíritu. Es el alma lo que comunica a la carne con el espíritu y es nuestra alma la que nos guía. Pero, el alma puede ser dominada tanto por la carne, como por el espíritu.

¿Cómo saber por quién es dominada mi alma? Dice Pablo a los Gálatas: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21). Si estos son tus frutos, o mejor dicho tus acciones diarias, tu carne es la que ha tomado control de tu alma. “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” Gálatas 5:21, esto se encuentra escrito.

Pero también existen aquellos frutos, los cuales provienen del espíritu e indican que estamos caminando en el espíritu: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23); dice Pablo que contra estas cosas no hay ley porque ya hemos crucificado los frutos de la carne con sus pasiones y deseos.

Si tú no has crucificado los frutos de tu carne, tu alma es pura carne, pero si vives conforme al espíritu conocerás a Dios. No hay otra forma, y escrito está “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:16)

¿Cuáles son tus frutos?

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No hay justo, ni aún uno

Posted on 22:08, under




De todos los hombres desde el pecado de Adán no ha habido ningún hombre justo. El diablo tomó toda autoridad y el hombre se encontraba alejado de Dios. Fue a través de Abraham que Dios comenzó su plan de salvación y de acercamiento con el hombre. Es aquí que surge el pueblo de Israel, quienes tenían la ley para evitar pecar y mantenerse cercanos a Dios. Está ley originó lo que conocemos como pecado.

Los gentiles que no conocían la Ley, se mantenían fuera del pacto con Dios debido a que no seguían los designios de Dios para poder estar siquiera cerca de Él. Y esto duró miles de años, los judíos violaban la ley y dejaban de ser justos y los gentiles estaban fuera de la Ley, por lo que tampoco eran justos.

Pero, llegó Jesucristo, el Hijo de Dios, encarnándose para ser Hijo del hombre. Él ha sido el único que vivió bajo la Ley y la cumplió. Nunca pecó, por eso murió justo, pero murió por ti, para hacerte justo.

Tuvo que bajar Él para que hubiera justicia de los hombres ante Dios. Aún así, los judíos no creyeron en Jesucristo, y Dios, teniendo esto como estrategia, envió la palabra a los gentiles para que creyeran. Es así que hoy por hoy, tú, cristiano, eres justo por Jesucristo y por el plan de salvación de Dios. Aún así hemos pecado, ¿somos justos por nosotros? La respuesta es no. Los que tenemos como Señor a Jesucristo somos justos por Él, por la fe en Él, de otra manera seríamos gentiles.

Los que no creen en Jesucristo no pueden ser justos debido a que siguen la Ley o son realmente gentiles, y el que sigue la Ley, la rompe. El que no sigue la Ley es injusto, conforme hay quienes la siguen. Pero ambos son injustos porque no tienen fe en quien fue justo y cumplió la Ley para salvación nuestra.

El único justo te hace justo si tu realmente crees en Él, ¿por qué no hacerlo si lo hace gratuitamente y por amor a tu vida? Jamás lo lograrás por tu parte, de hecho ya eres injusto, así que la única opción es el Señor Jesucristo: ¿qué te impide creer?

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