Existen dos tipos de cimientos: uno es aquél en el que toda nuestra vida se encuentra sobre una base sólida, una base que jamás se destruirá y de la que nunca caerás. Pasen aguas, ríos, corran fuertes vientos, nunca tiraran esta casa (Mateo 7:25). Porque tu vida es una casa edificada sobre la roca. Pasemos sufrimientos, pasemos miserias, pasemos por problemas, nunca de los nunca seremos destruidos si estamos fundados en la roca. Esta roca es Jesucristo, te puedes preguntar por qué, pero la respuesta es simple. Él pudo superar la adversidad y siempre vivió sólido, fuerte y poderoso; siempre seguro de sí mismo. Fue así que a pesar de ello entregó su vida para darte a ti esta oportunidad de que a través de Él tú puedas ser poderoso, con autoridad y vivas siempre sólido como Él, la roca es Jesucristo. Nada pudo con él, ni Satanás mismo, si estás bien plantado en este cimiento, aunque Satanás intente moverte jamás podrá hacerlo.

El segundo cimiento es aquél en el que hemos edificado nuestra vida desde que crecimos, cuando no conocimos a Cristo. Es el mismo cimiento que nuestros padres tienen debajo de sus pies, nosotros seguimos su mismo camino, parece estar muy sólido pero con un poco de agua o con un soplido del enemigo caerás y tu ruina será grande (Mateo 7:27). Esto es debido a que nuestros padres cometieron pecados, los mismos pecados de nuestros ancestros, entonces todos terminaremos igual que ellos. ¡Cuidado!

Tenemos la decisión en nuestras manos de dónde edificar nuestra vida, no desperdicies esta oportunidad, Jesucristo te estará esperando toda tu vida, no lo dejes para el último momento, ¡en Él serás quien siempre quisiste ser!